Además de con su protagonista, este jueves compartiremos la expectación creada con Antonio Gil —director de la obra— y Ana Belén Santiago —productora— en un encuentro abierto al público moderado por Rocío Hoscos en representación de la Unión de Actores e Intérpretes de Sevilla. La siguiente entrevista refleja las últimas impresiones de Fernández sobre la obra antes de saltar a las tablas de Teatro la Fundición.

– «El amante de Lady Chatterley», la obra de D. H. Lawrence en la que se basa la obra, plantea asuntos sobre la situación de la mujer que no han dejado de estar vigentes. Aún hoy en ciertos sectores causa extrañeza que Constance, su protagonista, quiera ser dueña de su propio destino, de su cuerpo, de su sexualidad. ¿Ha sido la reivindicación que subyace en el texto el principal motivo de llevarlo a los escenarios?
– La reivindicación, no tan subyacente, es uno de los elementos fundamentales a la hora de decidir hacer esta obra, sí, naturalmente. Pero no sólo eso. El hecho de dejar el peso de la historia (transgresora, casi heroica) en una mujer claramente emancipada de los roles imperantes, no sólo en la sociedad en que está escrita, sino en la historia de la ficción y de las artes, es determinante. Ahora somos más conscientes de esa ausencia de referentes no sólo en la autoría artística, científica, musical, según el discurso oficial, sino en los personajes de ficción también. Los personajes femeninos quedan reducidos habitualmente a bisagras de la acción, a objetos de deseo, al espacio emocional. Constance Chatterley sabe que probablemente va a perder la batalla, pero no puede evitar hacer ese ejercicio de libertad, enfrentarse al cinismo, al adocenamiento, a los cánones sociales más represivos. Y aún hay más. La obra trasciende esa rebelión desde lo femenino para lanzar una reflexión de un ser humano, más allá del rol de género, emancipado del miedo y de las convenciones, fiel a sí mismo, valiente, cuya voz precisa elevar sobre el cinismo, los servilismos o los miedos. Apoyándose en aquello que no se nos puede arrebatar, si no renunciamos voluntariamente a ello, es decir, su cuerpo, su voz, su expresión, hace un ejercicio de valentía, de fidelidad a sí misma, de enfrentamiento al aborregamiento de la sociedad debido no sólo “a la perversidad de los malvados, sino a la indiferencia de los buenos”, en palabras de Martin Luther King.
Se nos quedan en el aire unas preguntas: ¿qué ocurriría si todos y todas actuáramos como Constance Chatterley? ¿Cómo sería un mundo, tanto en lo personal como en lo social con tal honestidad y fidelidad con el deseo propio y con la defensa de ese deseo ante los otros?

– ¿Qué destacarías de la adaptación de Roberto Santiago con respecto al original?
– Bien, en realidad no es una adaptación. A partir de una iniciativa del Nuevo Teatro Fronterizo que dirige José Sanchís Sinisterra, dentro de un Proyecto llamado “Mujeres de Papel”, se buscaba llevar al teatro a personajes femeninos destacados de la literatura del siglo XX. En este caso, Roberto Santiago tiene la magnífica inspiración de imaginar qué pudo ocurrir una vez terminada la novela “El Amante de Lady Chatterley” de D. H. Lawrence. A través de su defensa ante un tribunal, descubrimos lo que hay realmente detrás de la historia y de paso nos enteramos perfectamente de la peripecia. Vemos que lo que preocupa a Sir Clifford, su marido, no es el conocido adulterio de Lady Chatterley, sino su posible independencia, lo que pondría en cuestión las bases represivas en que se basa la sociedad de su tiempo. Sí, han cambiado las leyes en muchos sentidos, pero no tanto los usos sociales. Sir Clifford Chatterley y la sociedad de su tiempo no pueden aceptar la emancipación de una mujer y que esa mujer defienda hasta el límite su individualidad, su identidad, sus deseos, su dignidad en definitiva. Ese es el puente imaginario que el autor traza entre le texto original y el espectador de hoy.
Por otra parte, Roberto hace una aportación puramente literaria muy brillante. Adjetivo frente a sustantivo. Este delimita, acota; el adjetivo es flexible, subjetivo, abre, habla de la libertad que el personaje reivindica. Constance renuncia a las delimitaciones del sustantivo, la limitan a ella y a su mundo. Prefiere vivir en lo subjetivo, lo variable, los matices. Hermosísima propuesta.

– Te dirige Antonio Gil, y teniendo en cuenta que abordas el espectáculo sola, nos imaginamos un intenso trabajo de ensayos lleno de cierta intimidad para poder abordar todo tipo de detalles en la construcción del personaje. ¿Es así? ¿Qué es lo más interesante que has podido extraer de este proceso?
– Claro, el proceso de ensayos ha sido fascinante. El análisis de texto en compañía de Antonio me ha enseñado muchísimo del personaje, de la obra, del desentrañamineto del texto y sus múltiples matices. Ha sido un proceso detallado, exhaustivo, diría, con la maestría de Antonio que es un director que no deja cabo suelto en el análisis, aunque luego te pida constantemente tu aportación en la interpretación. Además somos amigos desde hace muchos años. Eso ha permitido ese grado de intimidad del que hablas. Quiero destacar también las aportaciones de todo el equipo, desde José Troncoso como ayudante de dirección, a la escenografía, la iluminación, la música, el vestuario, la producción, etc.
¿Qué destacar en el proceso? Creo que lo fundamental ha sido la implicación profesional y humana de Antonio y de todo el equipo. Creo que se han enamorado de mi querida Constance tanto como yo. En mi opinión es la base para un buen resultado.

– Por último y a modo de anécdota, no sé si sabes que en este feSt estamos jugando a desafiar las tradiciones teatrales. ¿Alguna de ellas que te guste seguir como rito antes de salir a escena?
– Recuerdo que hace ya muchos años saltamos una de esas «tradiciones/superticiones» con una obra de Pedro Casablanc Paella Salvaje, ¡una producción de La Jácara cuya escenografía completa era amarilla! Y nos fue bastante bien. ¡Pero que me deseen mucha mucha mierda y desearla es algo que no dejo de hacer!
A mí me gusta tener flores en mi camerino, colgar el programa de la obra y todos los mensajitos positivos claro de mis amigos. Me gusta quemar incienso, tener para una infusión mientras me preparo y sobre todo, antes de empezar la función pensar en mis seres queridos y en esos compañeros que aunque no estén ya siempre estarán contigo.
Luego pienso en el personaje y sonriéndole a él y al público… ¡salgo a escena!