La segunda creación de la compañía Teatro a la Plancha regresa a la sala La Fundición tras su estreno el pasado mes abril en este mismo espacio. La situación de la Piojosa, el Ciego y Expósito, tres internos de un hospicio olvidado que esperan la llegada del Director del Centro para salvarse, es el tema que nos proponen en su obra Los Perros, con la que Selu Nieto asume de nuevo el reto de director y escritor, subiéndose a las tablas junto a María Díaz y Manuel Ollero “Piñata”. La inocencia con la que los protagonistas hacen frente a su situación, conservando la fe y la esperanza, es una metáfora con la que el director plantea el miedo a la muerte. Acompañado de un espectacular juego de luces y sombras, así como de una banda sonora que garantiza la inmersión del espectador, el humor es la clave escogida por este novel director para abordar la cruel situación a la que fueron sometidas miles de personas durante la II Guerra Mundial por su situación de demencia.
Por Juan Torregrosa.

– Jugar en casa suele ir acompañado de una mayor tranquilidad y confianza. En vuestro caso no solo regresáis a Sevilla, sino que volvéis a exponer vuestro trabajo sobre el mismo escenario donde debutó. Tras la gira que habéis llevado a cabo, las vivencias experimentadas habrán provocado una maduración de los personajes iniciales que presentabais al público el pasado mes de abril. ¿Qué aspectos presenta vuestro espectáculo en este momento, que lo diferencia de aquel primer estreno hace menos de un año sobre estas mismas tablas? Sentimos que volvemos a casa. Parece que hayan pasado años desde que estrenamos pero no, han sido sólo seis meses. Esto es en parte porque el proceso de “Los Perros” comenzó en agosto de 2013 y ha durado año y medio. Hemos convivido mucho tiempo con la obra y con nuestros personajes, aunque sinceramente pienso que ellos ya estaban merodeando entre nosotros antes de que quisiéramos descubrirlos. Desde que empezó al día de hoy, creo que nos hemos esforzado por seguir con nuestra constante, que no es otra que la de crecer, comprender y seguir buscando, buscando y rebuscando. El qué buscamos no te lo sé responder, pero aún tenemos la sensación de que la obra nos conoce a nosotros mucho mejor de lo que nosotros la conocemos a ella. Enfrentarnos cara a cara con las preguntas que esta encierra, es parte de esa búsqueda por entender de qué nos quiere hablar. Me refiero a de qué nos quieren hablar las obras por sí mismas, por encima de las palabras en las que las pretenda encerrar un autor.

– En tu caso, Selu, con este trabajo es la segunda vez que asumes la función de director y escritor, compaginándola con la actuación. Por otro lado, tu papel en la serie televisiva de Antena 3 «El Secreto de Puente Viejo» ha supuesto un gran impulso en tu carrera. En poco tiempo te has atrevido a afrontar una serie de situaciones que has resuelto de manera bastante exitosa. ¿De todas estas nuevas facetas, cual es con la que encuentras más afinidad? Muchas gracias ante todo por tus palabras. La verdad que estoy muy agradecido por todo lo que me está pasando. Los que me conocen saben que soy un amante muy fiel y constante a esta profesión: la semilla del teatro llegó a mí cuando era muy chico y desde entonces me preocupo cada día de regarla cuidadosamente para que siga creciendo. Trabajo, trabajo y más trabajo. En cuanto a la pregunta de la faceta que escojo… Has dado en la clave. No tengo ni idea. Sí tengo claro que en cualquiera de ellas, lo que me satisface es jugar. Los niños se pasan el día jugando y son felices. ¿Por qué no aprender de ellos? Cuando encuentro el juego en lo que hago, lo inestable, lo que me sorprende y está vivo, es cuando realmente siento que vibro. Y esto lo tengo tanto como cuando me siento a escribir, cuando entramos al proceso de ensayos o cuando interpreto algún personaje (ya sea en teatro, TV o cine). Hay que buscar la vida hasta en la muerte. Así al menos lo siento yo.

– La temática que abordáis en vuestra obra acostumbra a ser un tópico del que rara vez se habla sin tapujos. En vuestro caso no solo tratáis el asunto, sino que lo enfocáis desde una perspectiva humorística que en más de una ocasión provocará la duda interna en el espectador de si es mejor reír o llorar ante lo que se les presenta. Dar lecciones morales es una de las funciones que vuestro trabajo se propone. ¿Verías viable tratar algún asunto más vinculado a la historia de España empleando este mismo formato? Bueno, la verdad es que cuando nos enfrentamos a una obra intentamos que lo que vamos a exponer no suene a moraleja, ni sea algo panfletario. No nos consideramos quiénes para aleccionar y tampoco nos nace hacerlo así. Realmente intentamos plasmar nuestras obsesiones, nuestros sueños, nuestras dudas. Habrá gente que piense que el “quiénes somos y qué hacemos aquí” ha perdido vigencia o está ya más que respondido, y nosotros sin embargo lo sentimos como el motor de nuestra generación y del teatro que perseguimos. En cuanto a indagar con estas mismas preguntas en la historia de España es algo que sí nos llega y nos conmueve, lo pondremos sobre las tablas. El hombre sigue enfrentándose a los mismos problemas que hace miles de años y la sociedad que nos ha tocado vivir no está pasando por cosas que no haya pasado ya anteriormente. La historia se repite y como dicen unos de nuestros maestros, “huye de querer ser eterno hablando desde la actualidad, que no hay nada más actual que hablar desde la eternidad”.

– Son bastantes los críticos que comparan vuestro trabajo con el presentado por otras compañías como Teatro el Velador o La Zaranda. Hablamos por tanto de piezas bastante exitosas que simbolizan lo más profundo de la cultura popular andaluza. ¿Cómo afronta vuestra compañía la carga que estos símiles conlleva? Es toda una responsabilidad y un autentico honor, ten en cuenta que los consideramos nuestros maestros. Recuerdo que nos hizo mucha ilusión cuando leímos las referencias en la prensa, porque varias de las comparaciones que nos hacían eran con obras que ni siquiera habíamos nacido cuando se representaron y que por tanto no conocíamos. Eso te conmueve, porque te hace pensar que ahí hay un vaso comunicante, un nexo que por lo que sea compartimos. Mira, hace poco coincidimos en Madrid con un director andaluz que vino a ver «Los Perros» y dijo: “Huele a teatro andaluz”. Y se te suben los colores, por el significado que eso tiene para nosotros, ¿no? Crecimos aprendiendo de las compañías andaluzas que han sido nuestros referentes: Teatro del Velador, La Zaranda, Los Ulen, Teatro Crónico, Atalaya, La Cuadra y un larguísimo etc. Hemos mamado y respirado eso, es normal que nos haya calado ese tipo de teatro hasta los huesos. Luego cada uno desarrolla su lenguaje particular, claro está, pero sí es cierto que hay un común en la poética que está muy arraigada a lo profundo, a lo apaleado, al humor amargo que te revuelve las tripas. A quién buen árbol se arrima… ¿No dicen?