Sinopsis
En un hospital psiquiátrico londinense, un enigmático paciente, Christopher, asegura ser el hijo de un sanguinario dictador africano; una historia que se vuelve desconcertantemente plausible a medida que nos adentramos en la trama. El doctor que le ha estado evaluando, Bruce, quiere que, una vez transcurrido el periodo de observación que establece la ley (28 días), el paciente permanezca en el hospital para ser sometido a un examen psiquiátrico, ya que cree que puede padecer esquizofrenia. Su supervisor, Robert, no está de acuerdo, y es partidario de darle el alta en base a la falta de camas, y tratarle en su domicilio. A partir de esta premisa, somos testigos como espectadores de una historia incendiaria de racismo y locura, y de una lucha de poder despiadada en el seno de una seguridad social agonizante. «Naranja / Azul» (Blue/Orange) es un texto fascinante y brillantemente construido del aclamado dramaturgo y guionista británico Joe Penhall. Se estrenó en Abril de 2000 en el National Theatre. Ha sido galardonado con el Olivier Award a la Mejor Obra Novel 2001, el Evening Standard a la Mejor Obra 2000 y el Critic´s Circle Award de Nueva York a la Mejor Obra Novel 2001.
Ficha artística
Duración: 1h50m.
Autor: Joe Penhall
Robert Smith: Chete Lera
Bruce Flaherty: Bruno Lastra
Christopher: Janer Mena
Madrid
Los cronopios somos criaturas ingenuas, idealistas, sensibles y poco convencionales. Y creo que la presentación que hace el maestro Cortázar de estas criaturas en sus relatos encaja a la perfección con el espíritu de esta compañía que acaba de nacer. Aunque evita dar una descripción física de los mismos y se refiere a ellos como “seres verdes y húmedos”. Tipos raros, vaya. Bien. Nosotros no somos ni verdes ni húmedos. Raros, seguramente. Quizá el hecho de que nuestra primera producción lleve por título «Naranja Azul», sea algo más que una mera coincidencia cromática. Lo que sí tenemos claro es que nuestras inclinaciones artísticas y vitales se mueven por esos mismos parámetros de inconformismo y rebeldía. Sería más fácil aceptar el estado de las cosas. Dejarse llevar por la resignación y el enfado. Dejar de mirar el mundo con los ojos de la imaginación y la poesía. Pero preferimos pensar, como Christopher, que acaso las naranjas puedan ser azules.
Crónica en Glosas Teatrales del paso de esta obra de Cronopios por la sala Arte y Desmayo.
Joe Penhall escribió Naranja / Azul (Blue / Orange) en un periodo de tres semanas del año 1999. No es baladí el detalle de que esa actividad creativa coincidiese con la lectura dramatizada –dirigida por el propio Penhall– de la obra Acelera (Speed-the-Plow) de David Mamet. Estrenada en abril del año 2000 en uno de los espacios del National Theatre, el Cottesloe Theatre, gozó de una gran acogida; el montaje, que pronto llegaría al West End, cosechó varios premios en sus primeros meses de andadura. Apenas seis meses después de su estreno londinense, la compañía Escena Alternativa presentó en el Teatreneu la versión catalana del mismo, Blau / Taronja (traducción de Roger Peña Carulla y dirección de Jesús Diez) en lo que sería asimismo la premier internacional de la obra. En 2001 esa misma producción viajó al desaparecido Espai Moma de Valencia. La obra llegó a la pequeña pantalla en 2005 gracias a una película para televisión dirigida por Howard Davies.
A pesar de haber sido escrita hace catorce años y de evocar una realidad algo lejana –la sociedad multirracial británica– la obra sigue siendo de rabiosa actualidad y, habida cuenta de que entre sus principales temas se encuentra la reflexión sobre el desmantelamiento del servicio público de Sanidad, puede afirmarse que la elección de este texto para el presente montaje es muy afortunada.
Tres personajes: Christopher (Janer Mena), un joven negro inadaptado social que, tras un altercado no aclarado para el espectador, ha estado recluido durante unas semanas en un centro de salud mental para su evaluación; Bruce (Bruno Lastra), el joven médico que lo trata, y Robert (Chete Lera), el pragmático jefe de servicio encargado de supervisar las decisiones de los demás miembros de su equipo y de administrar el presupuesto del Departamento.naranja 2 La discrepancia entre ambos facultativos sobre el diagnóstico del joven abre una brecha que convertirá la trama en un verdadero thriller argumental en el que ambos contrincantes utilizarán sus mejores armas –muchas veces manifiestamente torticeras– para defender sus posiciones. En dicha disputa aflorarán temas de calado como el racismo, el abandono del sistema público de Salud y la ambición personal descontrolada. Y a medida que se desarrolle la trama, el espectador comprenderá que, a pesar de la encendida argumentación, las motivaciones últimas de ambos médicos están bastante distantes del bienestar del enfermo. Por este alejamiento de lo que debía ser el objetivo irrenunciable de cualquier sanitario, y a pesar de que se trata de un texto profusamente sembrado de notas de humor, el espectador, identificado fácilmente con el enfermo, no puede dejar de experimentar cierto desasosiego al ir descubriendo las debilidades que condicionan el criterio de ambos profesionales.
El personaje de Christopher, el paciente, también resulta por sí mismo de gran interés, ya que en ningún momento queda claro el alcance de su problema mental: si se trata de un mero trastorno de adaptación, como sostiene Robert (lo que implicaría su alta médica inmediata y un tratamiento ambulante –ergo menos costes económicos y humanos–), o si el chaval sufre de un mal de diagnóstico tan escurridizo y de pronóstico tan incierto e inhabilitante como la esquizofrenia (un panorama que podría comprometer extraordinariamente los mermados recursos del departamento). Eso es algo que intencionadamente no queda aclarado del todo, por lo que el público tendrá que seguir con atención la evolución del enfermo, los síntomas que dice tener y, sobre todo, la interpretación que cada médico dará de esos síntomas. Y todo ello sin olvidar que los dos facultativos se encuentran mediatizados por prejuicios culturales, intereses bastardos, miedos vitales y desmedidas ambiciones personales y profesionales. Será pues una sugerente tarea para el espectador entresacar las trazas de realidad que pueda haber en el interior de esa maraña de medias verdades y discursos supuestamente progresistas y solidarios.
Resulta muy estimulante en el montaje el tipo de relación del autor con ambos contrincantes. Lejos de tomar partido por ninguno de ellos, Penhall les insufla un gran poder de convicción y una depurada habilidad argumental, de forma que –y retomo aquí la referencia a Mamet del comienzo– las simpatías cambian a medida que se desvela la verdadera naturaleza de los antagonistas. No se trata de un teatro de héroes y villanos, estos personajes no salen de un cuento. Son personas de carne y hueso con la enorme complejidad que eso implica. Tampoco es un teatro de respuestas; todo lo contrario, es un teatro de preguntas, o lo que es lo mismo, buen teatro.
El montaje del inquietante y sugestivo texto que se presentó en la sala Arte y Desmayo de Madrid está bien armado. El director Juanma Gómez ha sabido equilibrar convenientemente las fuerzas de los tres actores, para así hacer justicia a la estructura de triángulo equilátero con que se ha concebido el texto. Solo cabe felicitar al equipo por el redoblado esfuerzo que supone apostar por un texto de este nivel de exigencia y por la apuesta por la calidad.
Alejandro Reche Selas publica una crítica en el diario XYZ sobre «Naranja/Azul».
La medicina ha avanzado mucho con el paso de los siglos pero se afirma que el cerebro es el órgano que aún es una incógnita para los investigadores. De ahí que en la psiquiatría y en la psicología dos más dos no son cuatro. El autor británico Joe Penhall, obtuvo en el año 2000 un gran éxito cuando estrenó Naranja Azul, una obra que trata el tema de la psiquiatría y que hasta hoy pueden disfrutar los sevillanos en el Teatro Quintero. El texto de Penhall que dirige Juanma Gómez con las riendas bien agarradas, supone un intenso duelo actoral con temas como los métodos a seguir para tratar un paciente, los distintos diagnósticos sobre el estado del mismo e incluso el racismo, ya que la obra, de tres personajes, tiene como centro de conflicto el estado mental de un paciente de raza negra.
La obra se centra en el mencionado personaje porque es el que provoca la confrontación entre dos psiquiatras: el que lo ha estado estudiando y considera que aún no se le debe dejar salir del hospital donde está ingresado, y el supervisor de éste que opina todo lo contrario. Los mencionados doctores están interpretados respectivamente por Bruno Lastra y el veterano Chete Lera.
El duelo actoral que se establece es de gran altura, llegando al extremo de que, en un momento determinado, ambos muestran una cara distinta, uno más que otro, a la que enseñaban en un principio, con Chris, el paciente, que se convierte en el particular conejillo de indias al que ambos doctores llegan a marear y , en mi opinión, empeorar su estado, porque llega un momento en el que lo único que le importa a los dos psiquiatras,es tener razón en la postura que defienden y no dudan en manipular al paciente.
Por todo lo dicho, es muy destacable el trabajo de los tres actores. Bruno Lastra muestra una gran solidez interpretativa en la piel del doctor que ha estado evaluando al paciente y muestra de manera clara el arco emocional del personaje: De una actitud pausada, metódica, comprensiva, pasa a perder la paciencia, a hacer comentarios inesperados en alguien como él, que llega a desesperarse y literalmente, a sudar la gota gorda, prueba del intenso trabajo que muestra sobre las tablas.
Por su parte fue una grata experiencia ver en un escenario de nuevo a Chete Lera, del que tengo un recuerdo imborrable gracias a su interpretación en Cómo aprendí a conducir de Paula Vogel junto aAmparo Larrañaga hace más de diez años. Su seguridad en el escenario es pasmosa y digamos que en el duelo actoral, es el que mantiene una actitud coherente con su forma de pensar de principio a fin. Se sabe que hará lo que sea por llevar razón y su completo trabajo hace que parezca haber sido psiquiatra toda la vida.
En el centro de todo se encuentra Janer Mena interpretando acertadamente al paciente que desconcierta con algunas actitudes y respuestas a los doctores pero, al final, el espectador siente lástima por él porque en realidad es la víctima de esta historia que, desgraciadamente, no es algo puntual, sino que plantea una situación que ocurre más de lo que pensamos, por lo que Naranja Azul (con referencia a las aventuras de Tintín incluida) es una sólida pieza teatral para reflexionar cuando se sale del teatro.
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